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Gerona el tercer año de bachillerato. Es de tres agujeros y con ella he hecho todas mis campañas yvivido durante treinta años fuera de casa, corriendo por el vasto mundo. Durante todo este tiempohe tenido fama de ser un hombre afeitado discretamente. Luego, cuando se produjo en lafabricación de hojas de afeitar la tremenda revolución consistente en substituir los tres agujeros por el hueco torneado de la hoja, mi amigo don Luis Figueras, banquero, me regaló un excelenteaparato dotado de las condiciones modernas. ²Hoja fina, señorita. Esto es lo que su servidor necesita. ²¿Qué clase de máquina tiene usted? ²Absolutamente corriente. ²Como hoja fina, hay esa.Compré, claro está, "esa". El nombre comercial de estas hojas empieza por M. Luego las probéen mi máquina. Sin duda estas hojas son finas, pero tantas veces como las puse entre losdispositivos en sandwich para mantenerlas, se quebraron, hechas trizas. Yo creo que la desgraciafuera causada por mi inhabilidad o por brusquedad en el manejo del aparato No. Las hojas noencajaban en mi pobre máquina absolutamente corriente. No encajaban. Habían sido calculadas para otra clase de máquinas distintas de las corrientes. Diabólico, ese fabricante ²pensé². Esehombre pretende que adoptemos las máquinas a sus hojas cuando lo más natural sería que él hicieralo posible para adaptar las hojas a las máquinas. Hay que adaptar los sombreros a la cabeza o lacabeza a los sombreros? Hay que supeditar la tontería a. la inteligencia o la inteligencia a latontería? Hasta ahora se había creído que hacer lo primero era lo más plausible. Ahora se trabaja para adaptar la cabeza a los sombreros y con ello se gana dinero. ¡Estupendo!Y ya, después de tantas desgracias, decidí marchar de aquel pueblo. Al autobús otra vez. Metocó un gran cacharro antiguo, equipado en la grupa con un gasógeno todo en redondeces. Losgasógenos ²hay que confesarlo² tienen poco ambiente. Al principio, cuando se vio la formatubular que presentaban estos aparatos se creyó que su combustión estaría asegurada con carburo decalcio o de Berga y eso levantó unas ciertas esperanzas. El gas pobre, los mecheros de gas, handejado un recuerdo de cosa modesta pero honrada. El carbón nacional, la leña, tienen unaconsideración diferente.Estoy haciendo cola frente a la taquilla. A mi lado, había dos caballeros. Uno de ellos tiene ungangoso acento extranjero. El otro tiene la cara infalible que el oficio de transportista da a los quelo practican. En un momento determinado, el caballero del acento extranjero resume su pensamiento con esta frase, que emite con satisfacción evidente: ²Desengáñese usted. Los gasógenos son unos aparatos que necesitan nodriza y niñera...El otro señor, ante este juicio, queda notoriamente impresionado. Se coloca el sombrero un poco atrás y se pasa, con lentitud, la mano por la frente.La frase a mí también me interesa. Tengo observado que los técnicos hablan generalmente desus cosas, a base de comparaciones e imágenes. ¿Será ese señor que acaba de emitir estacomparación ²me pregunto² un técnico de gasógenos? En efecto: aquel señor resultó un grantécnico alemán de gasógenos. El transportista a quien interrogue me dijo en el lenguaje típico de lostransportistas: ²Este señor representa una casa que es a los gasógenos lo que la casa Bayer es a la aspirina.Después de la frase del técnico, la invitación a subir a un autobús accionado por un gasógeno,me pareció poco impelente. Pero hay días que a uno lo mismo le da hacer tres kilómetros más comotres kilómetros menos. Por otra parte, los gasógenos me interesan desde otro punto de vista. ¿No escurioso? Me hacen pensar en Cerdeña y en el conde de Cavour. Quiero explicar, brevemente, loque me sucede a este respecto.Hay una isla en el Mediterráneo, llamada Cerdeña. A su lado está otra isla, también muyconocida, llamada Córcega. La isla de Córcega está poblada de una vegetación espesa. La isla deCerdeña, es, en casi toda su extensión, un páramo triste. El contraste, produce una extraordinariaimpresión. Con ella está unida íntimamente la consideración que el célebre conde de Cavour tiene
 
en Cerdeña. Este gran político y diplomático es considerado por los sardos como un enemigo. Sunombre es pronunciado con reticencia.Camilo, conde Benzo di Cavour, residió en su juventud largamente en Londres y París, con lafinalidad de estudiar la organización industrial y la hacienda pública de Francia e Inglaterra.Cuando regresó a Turín profesaba ya un sistema económico y un principio político que logró ver implantados diez años más tarde, gracias a su habilidad táctica y a su manera prudente y moderada,firme y atrevida. Colocado al frente de los negocios públicos procuró sacar a Italia del marasmo enque yacía, presentando a los ojos de sus compatriotas el triste espectáculo de un país que habíainiciado a Europa a todos los progresos. Gioberti había publicado el "Primato", razonada exaltacióndel espíritu italiano. Cavour, en el terreno de la política de realidades hizo lo propio que Gioberti ensu plano. En este sentido insertó en las publicaciones periódicas trabajos verdaderamente notables yque causaron profunda impresión. Tal fue, entre otros, el escrito sobre las "Laminas de hierro enItalia", publicado en 1846. En esta memoria mostraba Cavour que el establecimiento de un sistemauniforme de vías férreas sería el medio de llegar a la constitución de la unidad italiana por lasrelaciones cariñosas "de los príncipes nacionales, francamente apoyados por todos los partidos",que la existencia de las líneas férreas fomentaría.Primero, desde el ministerio de Comercio y Agricultura, después desde la presidencia delConsejo, el conde de Cavour dio un gran impulso a la construcción de los ferrocarriles en elPiamonte. A medida que la casa de Saboya fue dilatando sus terrenos de soberanía, fue tendiendonuevas líneas. Pero Cavour se encontró con el problema de la falta de carbón en la península. Cómohacer andar los trenes? Ni corto ni perezoso, Cavour echó mano de los bosques de Cerdeña. Fue lahecatombe. Durante varios decenios, el transporte de leña de los puertos sardos a Génova fueininterrumpido. Los árboles de la isla alimentaron durante muchos años las calderas de laslocomotoras de la época infantil de los ferrocarriles. Cerdeña quedó sin árboles. Arrasada. Losferrocarriles anduvieron. La unidad italiana fue un hecho.Cuando a los sardos se les habla del conde de Cavour, se suben por las paredes. A pesar de ser Cerdeña la región más monárquica de Italia, Cavour, el hombre que ha servido con más inteligenciaa la Casa de Saboya, es detestado cordialmente.El conde de Cavour, a pesar de su genial vocación política pagó tributo a su época. En muchosaspectos fue un hombre del 48, el hijo de una época que sintió el fanatismo de la ciencia, que profesó unos vagos ideales humanitarios, gratuitos y contraproducentes, que creyó que la historiahabía empezado en las arrebatadas soflamas de Lamartine. De lo que se llama el espírituochocentista, los matices del 48, son quizás los más ingenuos. Cuando se abrió el túnel de SanGotardo, se publicaron artículos, libros, elucubraciones copiosas para demostrar que después de laapertura del túnel el mundo germánico y el mundo latino vivirían en un abrazo indisoluble, en unambiente de tanto cariño y familiaridad que ello sería el inicio de la paz perpetua. Se creía, ensuma, que el tendido de ferrocarriles, la apertura de orificios en las montañas, el incremento de lanavegación, la prosperidad del comercio, cambiarían la naturaleza humana y producirían unambiente tan denso de sentimentalismo que ello implicaría la apertura de una nueva era.El espíritu del 48 arrasó Cerdeña. Ahora, los problemas son otros. Las causas son distintas, pero los hechos son idénticos. Estos gasógenos destrozarán mucha leña, arrasarán muchos bosques.España es un país de un arbolado pobre y escuálido. Por esto, los árboles que hay en el país tienenun valor inmenso ²un valor oro inmenso². Los gasógenos contribuirán a aumentar su rareza.Cuando el técnico del acento extranjero decía que los gasógenos necesitan nodriza y niñera, serefería a los intereses de los transportistas. Pero con referencia a los intereses generales, el juicio esigualmente cierto.
 
 A
bundancia de fotografías
A MÍ me parece que es bastante razonable suponer que el sistema general de las ideas de laépoca, sobre todo de las ideas sociales y políticas, favorece, en todo caso, el arte de la fotografía.La mayoría de las cosas que el hombre de hoy realiza ²viajar, consumir el racionamiento, pasear,fumar, comprar o vender, trabajar a través de uno u otro de los numerosos organismos existentes² requiere la presentación previa de unas fotografías. Y no precisamente de unas fotos del paisajecircundante, generalmente magnífico, ni de la fotografía de las personas bajo cuya responsabilidadtranscurre nuestra vida ²en las fábricas, talleres, comercios, despachos, Ayuntamientos,sindicatos, obispados, institutos, que contribuyen a nuestro sustento y a lineara seguridad² nisiquiera de las fotografías artísticas, o sea, de reproducciones de obras de arte, de que tan pródigofue el pasado del país. No, lo que se requiere es la presentación de fotografías propias, de unomismo, de un tamaño fijado previamente y aptas, por tanto, de ser colocadas en el cuadrito que presentan les importantes papeles que por el mero hecho de existir le van a uno produciendo. Loscuadriles son para las fotografías.Hace pocos días, en el momento de sacar un billete kilométrico oí que el empleado me decíacon acusada displicencia occidental ²es hora de empezar a poner los puntos sobre las íes², oí queel empleado me decía: ²Se requieren tres fotografías. ²¿Para un kilométrico tres fotografías? ²pregunte². ¿E1 kilométrico ha de ser consideradoun documento de identidad? ² No, señor. No es un documento de identidad.Un kilométrico ²ya lo sabía² es un documento que permite viajar, pagando por adelantado,cuando hay sitio. ²¿Entonces? ¿Es que les espanta la idea de que el billete se consuma rápidamente y que yotenga que comprar otro dentro de pocos días? ¿Les espanta que la gente viaje cada día más? ¿Noson ustedes de la Compañía? Pero sin duda estoy confundido.Y entonces se produjo la escena típica. El empleado me invitó, con el rabillo del ojo, a entrar  por una puerta situada cerca del mostrador donde el empleado desarrollaba su carrera. Traspuse la puerta y me encontré en un fotomatón cualquiera. El fotógrafo hizo todo cuanto pudo parademostrarme que todo era normal y hasta me dijo el clásico: «Mire usted el pajarito.» Unkilométrico servirá más o menos para viajar, pero en esa ciase de billetes el sobreprecio de lasfotografías es importantísimo.En autobuses y trenes he presenciado divertidas escenas sobre la autenticidad de las fotografías. ²Ésta no es su fotografía... ²he oído decir algunas veces. ²Aquí tiene usted el recibo. ²¿El recibo de qué? ²El recibo del fotógrafo. Además, puedo mostrarle las fotografías sobrantes de la serie. Aquílas tiene usted. Bonitas, ¿verdad? En el pueblo tenemos un fotógrafo muy inteligente. ²Pero si ésta no es su fotografía... No se parece usted en nada. ²Todo el mundo dice que a quien me parezco es a mi madre. En todo caso, me parezco a mifotografía moralmente. ²¿Qué es eso de moralmente? ²Quiero decir de aire, ¿comprende?¿Qué hacer? No hay más que dejarlo correr. A la corta o a la larga, directa o indirectamente,todo el mundo se parece a su familia. Lo que es difícil, lo que prácticamente es imposible, es queuno se parezca a su fotografía. Y ello es comprensible. Antiguamente, ir a fotografiarse, a
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